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AUTOPÍAS COACHING

NACHO MANTECÓN – MADRID

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AUTOPÍAS, CONCEPTOS, REFLEXIONES

Resonancia

17/05/2021nachomanteconACONSEJAR, AMPLIFICACIÓN, ANTICIPAR, ATENCIÓN, COMPORTAMIENTOS, COMPRENDER, COMUNICACIÓN EMOCIONAL, COMUNICACIÓN NO VERBAL, COMUNICACIÓN VERBAL, CONTACTO, CONTEXTO, CONVERSACIÓN, DESCONECTAR, DIÁLOGO, DIÁLOGO INTERIOR, DISCURSO, EMOCIONES, EMPATÍA, ENTENDER, ESCUCHA, ESCUCHA ACTIVA, EXPERIENCIA, EXPRESIÓN, IDENTIFICACIÓN, IGNORAR, INFORMACIÓN, INTERACCIÓN, INTERRUMPIR, JUZGAR, MENSAJE, PAUTAS, PENSAMIENTOS, PERCEPCIÓN, REBATIR, RECEPTIVIDAD, RECONOCER, REFORMULAR, REPETIR, REPLICAR, RESONANCIA, RESPETAR, RETORCER, SENTIMIENTOS, SILENCIO, TERGIVERSAR, VIBRACIÓN

Más allá de la escucha activa

Resonancia

Las conversaciones que mantenemos con las personas con las que interactuamos suelen ser, en muchas ocasiones, un diálogo de sordos. A veces, nuestro propio diálogo interior, tan denso e incluso dramático (por su intensidad), nos impide oír cualquier cosa que no venga de nosotros mismos, de nuestro atolondrado flujo (o bucle) de pensamiento. Otras veces, en un alarde de superioridad o suficiencia, creemos saber por adelantado lo que nos van a decir y, por tanto, ignoramos directamente el mensaje que se nos quiere transmitir o hacemos todos los esfuerzos al alcance de nuestra mente para que ese mensaje coincida exactamente –retorcido o incluso tergiversado– con lo que nosotros esperábamos.

En estos casos, obviamente, no se produce una auténtica escucha, pues no estamos receptivos a lo que el otro nos quiere contar. Y no hay, por supuesto, lo que se llama escucha activa, concepto que define una forma de prestar atención a la conversación no solo con el fin de entender intelectualmente el mensaje que nuestro interlocutor nos transmite, sino también de comprender, a un nivel emocional, la experiencia que acompaña a dicho mensaje.

¿Qué pautas o comportamientos evidencian la falta de interés por una escucha activa?

  • Interrumpir constantemente para meter baza en la conversación.
  • Anticiparse a lo que el otro quiere contar, prejuzgando el contenido del mensaje.
  • Desconectar de la conversación para buscar respuestas o argumentos con los que replicar, rebatir o aconsejar una vez que el otro acabe de hablar… antes de haber escuchado todo lo que quiere o necesita decir.

¿Y qué gestos demuestran un auténtico interés por la escucha activa?

  • Escuchar no solo con los oídos, sino con todo el cuerpo (prestando atención a la comunicación verbal de nuestro interlocutor y expresando con nuestro cuerpo –con la mirada, con la postura– que nos interesa lo que nos están contando).
  • Repetir o reformular frases del otro, para invitarle a seguir hablando y obtener más información sobre lo que nos quiere decir (aunque el bocazas que llevamos dentro tenga ya preparada su réplica “pues yo…”).
  • Respetar los silencios que se puedan producir durante la conversación (no pasa nada por quedarse callado unos segundos).

La escucha activa, como decía antes, no se centra solo en el discurso de la conversación, sino que también favorece la comunicación emocional con el otro. Podemos decir, por tanto, que la escucha activa es la base que sustenta la empatía, un término que –a mi juicio– se ha simplificado tradicionalmente al definirlo como un sentimiento de identificación. Desde mi punto de vista, la empatía va más allá de eso, y podría definirse como la capacidad de percibir y comprender (o al menos, intentarlo) los pensamientos, los sentimientos y las emociones de los demás. Para empatizar no hace falta haber vivido las mismas situaciones: basta con reconocer esos pensamientos, sentimientos y emociones (aunque tengan su origen en otro tipo de experiencias).

Y con la empatía llegamos, al fin, a la resonancia, la palabra que da título a esta entrada. El mensaje del otro, que gracias a la escucha activa nos llega plenamente nítido, produce una vibración –la empatía– que, a su vez, da lugar a una expresión propia y genuina –la resonancia– que acompaña y enriquece la comunicación mutua. La conversación se amplifica pero no porque levantemos la voz para apropiarnos del turno de palabra –como solemos hacer cotidianamente, aun de forma inconsciente–, sino porque dejamos de hablar de nosotros para hablar desde nosotros, en contacto con el otro, de acuerdo a lo que ocurre en el contexto de la interlocución.

Nos tenemos muy oídos, y prácticamente nos sabemos de memoria. Tal vez sea el momento de silenciarnos para escuchar activamente, desarrollar empatía y resonar con lo que los demás nos dicen o nos tratan de contar.


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AUTOPÍAS, CONCEPTOS, METÁFORAS

De lobos y perros

10/05/2021nachomanteconAMOR, APRENDIZAJE, ARMONÍA, ATENCIÓN, BLANCO, CONVERSACIÓN, CULPA, DESEOS, DIÁLOGO, DUALIDAD, EMPATÍA, ENERGÍA, ENFRENTAMIENTO, ENTENDIMIENTO, ENVIDIA, EQUILIBRIO, ESPERANZA, EXIGENCIA, FOCO, FRITZ PERLS, HISTORIA, HUMILDAD, INSPIRACIÓN, INSTINTOS, INTEGRACIÓN, IRA, LEYENDAS, LOBOS, LUCHA, NECESIDADES, NEGRO, NORMAS, ORGULLO, PAZ, PERRO DE ABAJO, PERRO DE ARRIBA, PERROS, POLARIDADES, POLOS, RENCOR, SATISFACCIÓN, TERAPIA GESTALT, VERDAD, VIDA

Lobos

Dicen que la vida nos suele poner delante aquello que necesitamos aprender… o recordar, si es que nos hemos despistado. Y eso es lo que me ha ocurrido a mí cuando buscaba inspiración para escribir esta entrada: después de dar muchas vueltas, me he encontrado con esta pequeña historia que viene a mí de forma recurrente (me he topado con ella en libros, películas y series de televisión) y que me dice mucho en esos momentos de duda en los que no sé si estoy invirtiendo mi energía de forma adecuada o si estoy focalizando mi atención en la dirección correcta.

Pero… ¿qué historia es esa? Mejor te la cuento, a ver si también te dice algo a ti.

Se trata de una leyenda, atribuida a los indios cherokees, sobre la lucha que tiene lugar en el interior de cada uno de nosotros. Sus protagonistas son dos personas que conversan entre sí –un abuelo y su nieto, en la mayoría de las adaptaciones que he encontrado– y dos lobos. La conversación entre esas dos personas se inicia con distintos argumentos, según la fuente y la traducción, pero todas las adaptaciones confluyen hacia un mismo nudo y desenlace que, en mis propias palabras, sería algo así:

  • Abuelo: Hijo, dentro de cada uno de nosotros está ocurriendo una terrible pelea entre dos lobos. Y esa misma pelea, sin que tú lo sepas, está ocurriendo también dentro de ti.
  • Nieto: ¿Y cómo son esos lobos, abuelo?
  • Abuelo: Uno de ellos, de color negro, representa la ira, la rabia, el temor, la envidia, el rencor, la avaricia, la arrogancia, la autocompasión, la culpa, el resentimiento, el orgullo, el sentimiento de superioridad, la exigencia… El otro lobo, de color blanco, representa la armonía, la paz, la esperanza, la serenidad, la humildad, la empatía, la generosidad, la verdad, la compasión, el amor…
  • Nieto: Abuelo, ¿cuál de los dos ganará la pelea?
  • Abuelo: Aquel al que alimentes.

La dualidad de la que nos habla esta historia me recuerda a una de las polaridades que se trabajan en Terapia Gestalt, cuyo impulsor, Fritz Perls, hablaba también de dos animales –en este caso, dos perros– enfrentados dentro de nosotros: el perro de arriba, que es el que pone las normas (debes hacer esto, tienes que hacer eso otro…) y nos vigila, señala y castiga por nuestros aparentes incumplimientos; y el perro de abajo, que busca satisfacer nuestros deseos, instintos y necesidades de forma natural e inmediata.

Como ocurre con cualquier dualidad (ya sea la que representan los lobos, los perros o cualquier otro ejemplo que queramos buscar), cada polo es necesario para que su opuesto pueda existir. Por tanto, no se trata de alimentar exclusivamente a uno y dejar que el otro muera por inanición, sino de alimentar a cada parte de acuerdo a las circunstancias del momento, según convenga a la ocasión. Para ello, ambas partes (los dos lobos, los dos perros) deben dialogar y entenderse para vivir en un estado de equilibrio integrador.

Y, a veces, para restaurar el equilibrio hay que recordar breves historias como esta, que nos ayudan a fijar nuestra atención.

Yo estaba alimentando de más a uno de mis lobos, a uno de mis perros. ¿Y tú? ¿Cómo y cuánto alimentas a las fieras que habitan dentro de ti?


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AUTOPÍAS, CONCEPTOS, PNL, REFLEXIONES

Un lugar en la conversación

12/04/2021nachomanteconACTOS, ACUERDO, AFIRMACIONES, ARGUMENTOS, CAPACIDADES, CÓMO, COMPORTAMIENTOS, COMPRENSIÓN, CONVERSACIÓN, CREENCIAS, CUÁNDO, DÓNDE, DIÁLOGO, DISCREPANCIA, DISCURSO, ENTENDIMIENTO, ENTORNO, ESCUCHA, ESCUCHAR, ESPIRITUAL, ESTRATOS, ESTRUCTURA, EXPERIENCIAS, FRECUENCIAS, GREGORY BATESON, HABLAR, IDENTIDAD, INTERACCIÓN, INTERLOCUCIÓN, LIMITACIONES, LUGAR, MOTIVACIONES, NIVELES LÓGICOS, NIVELES NEUROLÓGICOS, PARA QUIÉN, PERSONALIDAD, PIRÁMIDE DE NIVELES NEUROLÓGICOS, PLANO, PNL, POR QUÉ, PREDISPOSICIÓN, PREGUNTAS, PROFUNDIDAD, PROGRAMACIÓN NEUROLINGÜÍSTICA, QUÉ, QUIÉN, RESPUESTAS, ROBERT DILTS, SIGNIFICADO, SUPERFICIALIDAD, TRANSPERSONAL, VALORES

Probablemente hayas tenido alguna vez, en una conversación, la sensación de que no te estabas entendiendo con tu interlocutor. Tal vez las palabras utilizadas tenían un significado claro y preciso, pero, aun hablando aparentemente de lo mismo, subyacía algo que dificultaba la comprensión mutua y, por tanto, el diálogo entre ambos. ¿Qué ocurre en estas situaciones? ¿Acaso se ha convertido nuestro idioma en una lengua muerta?

Si damos por supuesto que hay una predisposición a la escucha (escapando de esa tendencia cada vez más extendida de hacer oídos sordos a cualquier discurso que no coincida en su literalidad con el nuestro), estas situaciones de falta de entendimiento se producen porque nosotros, y nuestros interlocutores, no hablamos desde el mismo lugar. Sí, parece que hablamos de lo mismo, pero, en realidad, no estamos hablando desde un mismo plano mental o emocional.

Cuando hablo de lugar me refiero, concretamente, a cada uno de los escalones de la pirámide de niveles neurológicos descrita por Robert Dilts, uno de los referentes actuales de la Programación Neurolingüística (PNL), a partir de los estudios previos del antropólogo Gregory Bateson. Podemos definir los niveles neurológicos, también llamados niveles lógicos, como los distintos estratos –jerárquicos, permeables– en los que se codifican nuestras experiencias y se definen nuestras respuestas a la hora de interactuar con el mundo.

Según Dilts, podemos hablar de seis niveles neurológicos que van desde lo más superficial a lo más profundo (de ahí que a veces se representen también como pirámide invertida, en forma de iceberg):

  • Entorno: el lugar físico y temporal en el que se produce la interacción.
  • Comportamientos: los actos específicos que hacemos en esa interacción.
  • Capacidades: la forma en la que generamos y desarrollamos dichos actos.
  • Creencias y valores: el lugar del que emana la motivación o la limitación que, mediante el uso de las capacidades, conducirá o reprimirá dichos comportamientos específicos.
  • Identidad: la estructura de nuestra personalidad.
  • Espiritual: cuando el individuo considera que hay una instancia superior que trasciende de sí mismo.

Por tanto, en cualquier conversación, conviene tener claro desde dónde estamos hablando y desde dónde nos escucha nuestro interlocutor (y viceversa). Para ello, debemos prestar atención a las preguntas básicas que subyacen bajo cada argumento o afirmación. Las preguntas dónde y cuándo nos dan información sobre un entorno determinado. Las preguntas qué y cómo nos ayudan a identificar, respectivamente, los comportamientos y las capacidades que entran en juego en una determinada interacción. La pregunta por qué, por su parte, nos revela las creencias y valores que se están movilizando o reprimiendo. Y, finalmente, las preguntas quién y para quién nos conducen a la identidad y a esa dimensión transpersonal que situamos por encima de nosotros.

Esto, a priori, puede parecer muy teórico. ¿Y si pensamos en situaciones concretas?

Imaginemos, por ejemplo, una conversación sobre el trabajo en la que nuestro interlocutor nos habla de la reunión que tuvo lugar el día anterior en la oficina. Puede que su intención sea solo hablar de un determinado entorno; sin embargo, nosotros, de acuerdo a lo que vivimos y experimentamos en esa reunión, podemos sentirnos señalados o atacados en nuestras capacidades. Del mismo modo, podemos hablar abiertamente de nuestra identidad o de nuestras creencias y valores y encontrarnos con que nuestro interlocutor nos escucha a un nivel más superficial o trivial, como si habláramos de simples comportamientos ante una situación concreta.

El entendimiento solo es posible cuando nos aseguramos de que hablamos y escuchamos desde un mismo lugar, desde un mismo nivel. Quizá eso es lo que nos falta, ajustar la frecuencia, el punto de nuestro dial neurológico en el que tener la mejor conversación. No obstante, entendimiento no significa necesariamente que haya acuerdo sobre los argumentos que se esgrimen: el entendimiento es también la base de una sana discrepancia.

Hoy te animo a prestar atención a tus conversaciones. ¿Desde qué lugares hablas? ¿Desde qué lugares sueles escuchar? Feliz semana.


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AUTOPÍAS, CONCEPTOS, HERRAMIENTAS DE COACHING

Sí, y además

22/02/2021nachomanteconALTERNATIVAS, ARGUMENTOS, AUTONOMÍA, CAMBIO, CONSEJOS, CONSTRUCTIVO, CONTEXTO, CONTRAPOSICIÓN, CONTROL, CONVERSACIÓN, CORRECCIONES, CRÍTICAS, CREATIVIDAD, CUMPLIDOS, DECISIONES, DEMANDAS, DESARROLLO PERSONAL, DIÁLOGO, DIÁLOGO INTERIOR, DICTADOR, DISOCIACIÓN, ENRIQUECIMIENTO, ESCUCHA, HERRAMIENTAS, HIPÓTESIS, IDEAS, IMAGINACIÓN, INDAGACIÓN APRECIATIVA, INDEPENDENCIA, INTEGRACIÓN, INTERACCIÓN, LÍMITES, MIEDO, MODELO, NEGACIÓN, OBJETIVOS, PEDAGOGÍA, POSITIVO, PROBLEMAS, PROPUESTAS, RECOMENDACIONES, RECONOCIMIENTO, REFORMULAR, RENOVACIÓN, RESPUESTAS, SOLUCIONES, SUGERENCIAS, TIPOS, TOMA DE DECISIONES, TRANSFORMACIÓN, VALORES, VARIABLES

Vivimos en una conversación permanente. Hablamos con nuestros seres queridos, charlamos con compañeros de trabajo o clientes, chateamos o quedamos con amigos, interactuamos con vecinos y comerciantes… Y, al tiempo, conversamos con nosotros mismos a través de nuestro diálogo interior, a veces demasiado exhaustivo y exigente debido al elevado número de hipótesis y variables que nos planteamos.

En toda conversación suele haber, veladas o manifiestas, sugerencias que adoptan distintas formas, desde críticas a cumplidos pasando por consejos o recomendaciones. ¿Cómo respondes cada vez que recibes alguna de estas sugerencias?

En El pequeño libro de las grandes decisiones, un clásico de Mikael Krogerus y Roman Tschäppeler que recopila los modelos más conocidos de toma de decisiones, se identifican cuatro tipos de personas en función de sus respuestas ante las sugerencias. Veamos cuáles son esas respuestas:

«¡No!». Decir “no” es una de las herramientas a nuestro alcance para poner límites y mantener nuestra autonomía e independencia respecto a las demandas del entorno en el que nos movemos. El problema viene cuando decimos “no” de forma automática, sin escuchar realmente lo que nos están diciendo, o como parapeto del miedo a perder el control o el statu quo de una determinada situación. En este caso, el “no” es la respuesta del dictador.

«No, la idea no es buena porque…». El “no” en esta respuesta implica que, al menos, hemos escuchado la propuesta de nuestro interlocutor. Sin embargo, la sugerencia no nos encaja o no la vemos apropiada para el contexto en el que se formula y, en vez de plantear alternativas, centramos nuestra respuesta en desmontar, punto por punto, la propuesta que nos dan. Se entiende, en cualquier caso, que en esta respuesta va implícita la voluntad de ser constructivo o pedagógico (no se rechaza de plano, sino que se aportan argumentos), razón por la que se conoce como la respuesta del maestro.

«La idea es buena, pero…». Aquí hay un reconocimiento de la propuesta que nos hacen: la sugerencia nos parece acertada. El problema viene con el “pero” que añadimos después. La conjunción “pero” supone una contraposición entre dos proposiciones, de modo que el reconocimiento inicial queda rápidamente anulado por las objeciones que planteamos a la idea o sugerencia inicial. En vez de integrar planteamientos, los disociamos. Y como ocurría en el caso anterior, no planteamos alternativas. Se dice que esta es la respuesta del criticón.

«Sí, y también podríamos…». Esta es la respuesta más constructiva y positiva de las cuatro. Como en la anterior, hay un reconocimiento de la propuesta o sugerencia de partida y, a la vez, hay un enriquecimiento con nuestras propias aportaciones. La aceptación de la propuesta no implica necesariamente que se vaya a implementar tal cual se ha formulado: las correcciones son posibles, aunque en este caso no se manifiestan de forma negativa o destructiva (como ocurre en el “no, porque” y en el “sí, pero”), sino que se realizan mediante la formulación de nuevas ideas o estrategias que modulan y complementan la sugerencia inicial. Esta es la respuesta del pensador.

¿Te identificas mayoritariamente con alguno de estos tipos de respuesta?

La respuesta del pensador es la clave de la Indagación Apreciativa, una estrategia desarrollada en los años ochenta del pasado siglo por los psicólogos David Cooperrider y Shuresh Srivastva para la renovación, cambio y transformación de los entornos de trabajo que también tiene su aplicación en el ámbito del desarrollo personal. La premisa inicial de la Indagación Apreciativa es que no hay que enfocarse en los problemas, sino en la búsqueda de soluciones orientadas al cambio a partir de una reformulación en positivo de la situación actual. Una reformulación basada en la identificación y puesta en valor de lo que funciona y en nuestra capacidad para encontrar respuestas creativas e imaginativas de acuerdo a nuestros valores y a los objetivos que pretendemos lograr.

Si lo que has leído hasta aquí es un “sí”, ¿qué vas a aportar como “además”?


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AUTOPÍAS, CONCEPTOS, REFLEXIONES

Una conversación auténtica

24/02/2020nachomanteconAPRENDIZAJE, ARGUMENTARIO, ASOMBRO, COMUNICACIÓN, CONFLICTOS, CONOCIMIENTOS, CONVERSACIÓN, CREENCIAS, DIÁLOGO, DIÁLOGO SOCRÁTICO, DIFERENCIAS, DISCREPANCIAS, DISCUSIÓN, ENTENDIMIENTO, ESCUCHA, IDEAS, INQUIETUDES, INTERACCIÓN, INTERLOCUCIÓN, INTERPRETACIONES, MANIPULACIÓN, MAYÉUTICA, MÉTODO, MOTIVACIONES, OBJETIVOS, PREGUNTAS, PREJUICIOS, PRINCIPIOS, PROBLEMAS, PUNTO DE VISTA, RELEVANCIA, RESPUESTAS, SÓCRATES, SUSPICACIAS

Ayer me encontré con esta cita, atribuida a un autor desconocido: Las discusiones siempre comienzan con una respuesta en la mente. Las conversaciones comienzan con una pregunta. ¿Estás de acuerdo? En general, al interactuar con otras personas solemos dejarnos llevar por ideas preconcebidas que condicionan el desarrollo de la conversación. Pero, ¿lo hacemos con el ánimo de discutir? En mi opinión, esas ideas preconcebidas –a veces suspicacias, a veces prejuicios– nos llevan a manipular la interlocución para llegar a la respuesta que inicialmente esperábamos, sentando así las bases para una discusión sin diálogo, o a inhibir determinados temas de conversación para no crear un (supuesto) conflicto (ya sé lo que me va a decir, seguro que piensa de esta manera…).

En ambos casos, la comunicación que establecemos es unidireccional: solo nos interesa confirmar nuestras sospechas (incluso distorsionando, en nuestro propio beneficio, los argumentos de nuestro interlocutor) o protegernos de una eventual discusión sobre cuestiones en las que, a priori, consideramos que llevamos las de perder. No hay, por tanto, ningún interés sobre las motivaciones o inquietudes reales de las personas con las que interaccionamos. De hecho, muchas veces ni siquiera escuchamos lo que nos cuentan: nuestra mente está demasiado distraída buscando recursos con los que reivindicar y reiterar nuestro argumentario, y solo deseamos que el otro finalice su réplica (si es que le dejamos espacio para ello) con el fin de recuperar, cuanto antes, el turno de palabra en la conversación.

Volvamos a la cita inicial. ¿Y si, en vez de buscar respuestas preconcebidas, buscamos preguntas con las que promover una conversación auténtica? Las preguntas nos permiten cuestionar las ideas prefijadas que podamos tener de nuestro interlocutor e incluso, si realmente nos dejamos interpelar en una conversación bidireccional, cuestionar o matizar ese argumentario, definido previamente a partir de nuestros principios y creencias, con el que participamos en la interlocución. La relevancia de las preguntas como pilar de la comunicación no es un hecho reciente: Sócrates las utilizaba ya, alrededor del siglo V a.C., como instrumento de la mayéutica (en griego, experto en partos), el método que usa el maestro para, a través de preguntas, facilitar el aprendizaje de sus alumnos, ayudándoles a dar a luz nuevas ideas y conocimientos.

El diálogo socrático requiere un auténtico acercamiento a las motivaciones e interpretaciones del mundo de las personas con las que hablamos. Formular preguntas abiertas, claras, breves, concisas y directas predispone hacia un entendimiento que, a su vez, facilita la búsqueda e identificación de objetivos, problemas o puntos de vista comunes que permiten no solo avanzar hacia respuestas conjuntas y colectivas, sino también situar a los interlocutores en una “casilla de seguridad” desde la que afrontar, con honestidad y valentía, las discrepancias o diferencias que, inevitablemente, surgen con las personas con las que tratamos. ¿Crees posible una comunicación sin expectativas? Como dijo Sócrates, el conocimiento empieza en el asombro. ¡Déjate asombrar!


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AUTOPÍAS, CONCEPTOS, PNL

Un territorio, distintos mapas

16/04/2018nachomanteconCONVERSACIÓN, CREENCIAS, DIÁLOGO, DISCUSIÓN, IDEAS, IDENTIDAD, LIBERTAD, MAPA, REALIDAD, TERRITORIO, VALORES

–No voy a discutir sobre eso.

¿Has recibido alguna vez una respuesta de este tipo en una conversación? Es normal que ante determinados temas, y con personas a las que conocemos, decidamos evitar una discusión. Así suele ocurrir, por ejemplo, cuando en conversaciones previas sobre un mismo asunto no ha sido posible llegar a un entendimiento o a una conciliación de posturas. Pero ¿qué ocurre cuándo se da esa respuesta ante un tema que se plantea por primera vez? ¿Qué nos lleva a reaccionar así? ¿Cómo nos sentimos al ver desestimada, a las primeras de cambio, nuestra propuesta de conversación?

Sólo hay diálogo si las personas que participan en él pueden exponer libremente sus ideas y comentarios. Desde esa libertad, la conversación podrá terminar, una vez expresadas las distintas opiniones de los interlocutores, en acuerdo o en desacuerdo. No siempre será posible conciliar las argumentaciones: la confrontación también es diálogo. La clave para el desarrollo de un diálogo auténtico reside en entender que cada uno de nosotros usa su propio mapa mental, construido a base de las creencias y los valores con los que hemos forjado nuestra identidad, para moverse por ese territorio que llamamos realidad.

¡Cuántas veces me he obcecado en tratar de imponer mi propio mapa del mundo a los demás! Reconozco haber actuado así por miedo a que mis convicciones no fueran suficientemente sólidas o por falta de sensibilidad hacia otras visiones o concepciones del territorio/realidad en el que nos movemos. Con el tiempo he descubierto que el mapa de los otros es todo un mundo a explorar. Y en ese camino me encuentro. ¿Te apuntas a la expedición? Solo se requiere ir ligero de equipaje, abandonando estereotipos o prejuicios, y dar entrada, sin necesidad de renunciar a nuestras convicciones y a nuestra capacidad de crítica, a otros mapas distintos al nuestro que, con sus características propias, también son representación de una misma realidad.

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